Yo tenía las cosas muy claras, quería ser psicóloga. Pero como siempre la vida te jode las cosas, o te las jodes tú misma, y todo cambia.
Estoy estudiando biología.
Y lo más paradójico de todo esto es que me está encantando. No es la carrera de mi vida pero siento que estudiando biología puedo ser mejor persona, me está ayudando a darme cuenta de muchas cosas de mi alrededor y da respuestas a muchas preguntas internas.
No será la carrera de mi vida, pero quiero en mi vida esta carrera.
Aún así, hay a veces que me supera y no encuentro las ganas de seguir esforzándome y me pongo como excusa que esto no es lo que he querido nunca. Y aquí es cuando llega el compararse con otras personas.
No soy una persona inteligente. Y me da risa porque la inteligencia era lo único que consideraba bueno en mi. Pero me he dado cuenta de que no lo soy. No soy esa persona que con poco esfuerzo consigue grandes cosas, no seré la que consiga ninguna cura a los problemas de este enfermo mundo. Y eso me duele.
Soy ambiciosa, mucho. Me he odiado tanto, he odiado tanto mi exterior que solo encontraba consuelo en mi cabeza. Solo me quedaba mi inteligencia para hacer grandes cosas y que la gente me valorase por ello. Duele. Duele darse cuenta que personas inteligentes hay muy pocas y que yo no soy una de ellas, porque soy ambiciosa y a la vez una vaga de mierda. Porque quiero las cosas sin esfuerzo y las quiero bien hechas. Parezco una matona robándole los ejercicios a una empollona.
Me doy vergüenza. Quiero ser la mejor en lo que hago. Y joder lo quiero sencillo. Ingenua de mi que creía que todas las cosas iban a ser así.
Voy a ser la mejor porque me gusta ser ambiciosa, pero voy a trabajar en ello como la que más porque odio ser la matona.